Ausencia, amarga inquilina en mí...
He ido a aquel lugar donde siempre llego, así, sin saber cómo. Y me he sentado frente al mar, a las olas, mirando el agua oscura teñida por la noche, tan solo matizada por algunas luces que vienen de cerca. Luces que se multiplican en otras aguas, en las que brotan de los deshielos del alma, tomando el cauce que solo surge en mis ojos, cayendo sin dirección alguna sobre mi mismo. El más mínimo roce de algo, del viento, la brisa, me trae el roce que tanto necesito y extraño: el tuyo. Nunca había añorado tanto como el que tú estes...
Se han perdido muchas de mis ganas, ahogadas en el fondo de una pena, la que uno siente cuando la persona que más quieres que este, no esta. Y algo, que antes tenía hasta un lindo gusto, aunque fuera tan sencillo, no es nada si no tiene el matiz que le da el querer que seas tú quien se lo de. Y mientras pienso en ello, lo siento en mí, le grito a las estrellas que me han mirado que te extraño. Pero no me dan respuestas, solo la soledad me la da, y es un abrumador silencio, silencio que envenena, lenta pero efectivamente, minando mi existencia y haciendome llorar una vez más. Se sonrie, o mas bien, rie, saboreando su triunfo. Que cruel tirano es la ausencia...es cuando más quiero que mi Heroína Amada venga en mi ayuda, que con la espada de su voz, con las armas de detalles, templada a puro fuego de Amor Profundo, me quite el yugo que pesa sobre mi reino. Y nuevamente, una lágrima me recuerda la tiranía bajo la cual se subyuga mi vida, mientras mi corazón siente las cadenas y la condena de sentir esa grieta, la herida que me infringen los lacayos del tirano: Amargura, Agonía y Fría Pena.
Ven, montada en tu caballo blanco de Sentimientos; ven, liberame de esta terrible condena...ven, y amame, como tú lo sabes hacer. Amame, que mi corazón te espera, con terrible ansia...ven, que tan sólo quiero tener la libertad de quien ama reciprocamente a otra alma, que es su gemela...